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Testigo por Marija Pavlovic-Lunetti

En ocasión del Festival Internacional Juvenil de Oración Medjugorie
4 de Agosto de 2006

Deseo decirles: —«bienvenidos aquí a Medjugorie; bienvenidos al oasis de Nuestra Reina de la Paz». De manera especial quiero decirles: —«hoy viernes es para nosotros —que estamos vinculados a Medjugorie— un día de ayuno». Y deseo invitarlos, como la Virgen lo hizo el primer día cuando dijo: —«¿están listos a ayunar hoy?»

Yo recuerdo cuando el Padre Jozo les dijo a todos los que estaban presentes en la iglesia: —«¿están listos a ayunar por las intenciones de la Virgen?» Y todos respondimos: —«sí estamos dispuestos». Por eso deseo, que también ustedes respondan: que están listos, que digan: —«si, puedo ayunar hoy, como la Virgen lo ha dicho». El mejor ayuno es el ayuno a pan y agua. De una manera especial, los invito a que hoy ayunemos en esta tierra santa que es de la Virgen. Esta tierra santa que es de Jesús; que ayunemos por la paz en Tierra Santa y la paz en el Líbano; también por todos aquellos jóvenes que han venido desde el Líbano al Festival[1]. Los invito a todos los que están aquí, de una manera especial, en el oasis de la Reina de la Paz, a que oren; pues la Virgen ha dicho: —«pidan, deseo darles gracias.» y Ella de una manera especial, hoy está presente entre nosotros. Ella nos llama a que creamos más en sus mensajes. Nos invita a que pongamos a Dios en el primer lugar en nuestras vidas. Yo sé que muchos de ustedes están cansados de la vida.

Tal vez, no saben quien es Dios, cuál es su voluntad para nosotros aquí; en este momento. Sin embargo, siempre la Virgen nos dice: —«busquen». Como está escrito en la Palabra: —«al que llama se le abre.» Les invito de una manera especial, a que escuchemos todo lo que la santa Virgen nos dice que: —« con la oración y el ayuno se pueden evitar las guerras». Oremos juntos, ayunemos juntos, pidamos juntos a la Virgen la paz. Estoy segura que la Virgen nos dará la paz, si la buscamos de todo corazón. Si la buscamos, esta paz que la Virgen nos ha prometido, nos vendrá como un don de Dios. El tercer día de las apariciones, cuando Ella apareció llorando, en la Colina de las Apariciones, dijo: —«paz, paz, paz en sus corazones, en sus familias y en el mundo». La Virgen nos llama y nos mueve para que creamos que la paz es posible. Pero si no oramos, no tendremos paz. Por eso la Virgen nos llama, nos toca, nos invita a que oremos por la paz. Yo me acuerdo, como, en los primeros días de las apariciones, pasamos noches orando, rezando el Padre nuestro, el Avemaría, el Gloria al Padre. Porque esas eran las únicas oraciones que conocíamos. Y poco a poco, hemos comenzado a orar mucho más. Hemos aprendido más oraciones. Pero sobre todo, a hacerlas siempre con el corazón. Todo lo que hacíamos, al inicio, lo hacíamos con un gran deseo: para que la Virgen estuviera feliz, estuviera contenta. Por eso, en este día, cuando ustedes han aprendido todo esto, cuando comienzan a rezar el rosario, no solamente vivan la meditación y la contemplación.

Sepan que la Virgen nos ha llamado a hacer algo muy concreto. Ustedes no piensen solamente en el reposo de sus cuerpos sino piensen también en su alma. La Virgen a nosotros nos ha mostrado el Paraíso, el Purgatorio, y el Infierno para decirnos que existe el Cielo, el Infierno y el Purgatorio. La Virgen nos llama siempre y nos pide que pensemos en la otra vida. Yo creo que todos seríamos diferentes si pensáramos más en el Paraíso, el Infierno y el Purgatorio. Seguramente, pensamos más en esta vida que en la otra. Pero recuerden: ésta vida es pasajera y debemos pensar como ganar el Paraíso. Dios nos ha permitido, que nuestra Madre de la paz permanezca tanto tiempo con nosotros, para decirnos aquí: — «esta es su verdadera vida. La vida aquí en la tierra, es pasajera». Recordemos, como está escrito en las Sagradas Escrituras, «aquellos que son aún los mas robustos, vivirán solamente 80 años». Si pensáramos que nuestra vida es corta también pensaríamos de manera diferente y comprenderíamos que nuestra vida, y la vida de nuestros amigos, con quienes nos encontramos, es un don. No solamente un don para nosotros, sino un don de Dios para todos aquellos que están a nuestro alrededor. Por ejemplo: veo aquí una bandera que dice: —«respetemos la vida». Al principio la Virgen nos llamo, nos invitó a que respetemos la vida; porque la vida es un don, un don para todos nosotros. Yo siempre les digo a cada una de las personas, cuando nos vienen a buscar y ver, que nosotros no somos importantes, no son importantes nuestras vidas como videntes.

Lo importante es lo que la Virgen nos dice. Por eso, tratamos de escondernos de todas las personas que desean tocarnos, vernos, hablar con nosotros. Siempre les digo al final: —«¡quiero salvarme!». Sepan que si Marija ora, si Marija se sacrifica, si Marjia va a la Colina de las Apariciones, con los pies descalzos o al Križevac, tal vez Marija y Milka (mi hermana) van a salvarse. Pero, quizá sólo salve Marija. Entonces, yo pienso en mi salvación; siempre en mí. Y digo: —«debiéramos ser “mas egoístas”»; porque finalmente, cuando lleguemos a la puerta del Purgatorio o del Paraíso, cuando encontremos a San Pedro, entonces veremos todo lo que hemos hecho de bueno. ¡Y yo no sé, si se verá mucho de lo bueno que hicimos! Por eso, queridos amigos, los invito, a que, de hoy en adelante, de una manera especial, piensen más en ustedes, en todo lo que hacen. Piensen en todo el bien que pueden hacer ahora, para lo que el Señor los ha llamado; lo que Él desea de ustedes. ¡Descubran la voluntad de Dios en sus vidas!

Nosotros que tenemos todos los días las apariciones, en cada aparición, en el momento en que la Virgen viene, ponemos ante Ella todo lo que ustedes han traído aquí. Para que la Virgen les ayude, porque Ella sabe cuál es el mejor camino para ustedes. De una manera especial, les llamo a nombre de la Virgen, a que oren hoy; ofrézcanse con todo su corazón y con su espíritu, a vivir en la voluntad de Dios. A aceptar lo que la Virgen nos dice. Y Ella ha dicho: —«deseo que la voluntad de Dios sea lo importante en sus vidas». Y Ella nos ha invitado durante todos estos años, y nosotros hemos procurado hacer lo que la Virgen nos dice. Yo no soy importante, como vidente. La Virgen dice: —«pongan a Dios en primer lugar, oren», y siempre hemos orado por las intenciones de la Virgen; sabiendo que lo que dice la Virgen, es la voluntad del Señor. Y esto lo vamos descubriendo todos los días, viendo que la Virgen desea lo mejor para nosotros. Ella quiere siempre lo mejor para nuestra alma. La Virgen, nos llama, la Virgen nos dice que recemos: el credo, siete Padre nuestros, siete Ave marías y siete Glorias[2]. Es lo que oramos todos los días de rodillas después de la Santa Misa. ¡Pensemos cuantas veces debemos orar esta coronilla al día para agradecerle al Señor y a la Virgen, su presencia aquí en Medjugorie! Por eso, día a día, oramos más y más en Medjugorie.

Al inicio, orábamos muchas veces, inclusive, aun cuando no teníamos voz. Orábamos pensando que si aceptamos, meditamos y comprendemos lo que la Virgen nos pide, estaría contenta con nosotros. Por medio de la oración comprendimos lo que la Virgen quiere de nosotros: la santidad. Hemos aceptado que el deseo de santidad, debe estar presente en nuestros corazones y los corazones deben aceptar y comprender que Dios quiere para ellos la santidad. Por eso, queridos amigos, jóvenes, los invito a que hoy ustedes se decidan a poner a Dios en primer lugar en sus vidas. En el momento en que ustedes ponen primero a Dios, lo demás será menos importante. Nada será más importante que Dios, porque Dios debe reinar en nuestros corazones. Cuando Dios reina en nuestro corazón, no hay más lugar para otras palabras, no hay más lugar para tantas historias; ni para el pecado. No hay lugar para todo aquello que decimos, para todo lo que es como «perdida en este mundo». Así Dios será el centro de nuestras vidas, Dios será lo que hemos buscado siempre. Muy a menudo yo veo que tenemos tiempo para muchas cosas, pero no tenemos tiempo para Dios. Y la Virgen nos invita y nos llama para que demos tiempo a Dios.

Cuando al comienzo empezamos a orar en la Iglesia y cuando nos prohibieron ir a la Colina de las Apariciones, le preguntamos a la Virgen: — «¿que quieres que hagamos?» Ella nos dijo: — «busquen a un sacerdote y pídanle consejo; participen de la Santa Misa» y en ese momento descubrimos el valor de la Santa Misa. La Virgen también nos dijo: — «que la Santa Misa sea el centro de sus vidas». Yo me acuerdo, todavía hoy, cuando la Virgen permitió que algunos de los presentes en una aparición pudieran tocarla; porque dudaban de su presencia. Luego vimos unas manchas aparecer en su vestido y comenzamos a llorar. Cuando le preguntamos a la Virgen: — «¿porque tu ropa se ensució? ». Ella nos dijo: — «son sus pecados» y también nos dijo: — «que busquen a un sacerdote, un padre espiritual, que vayan a confesarse». Y fue lo que hicieron entonces aquí en la iglesia. Vinieron todos los fieles de la parroquia y nadie se preocupaba por nada: ni por los alimentos, ni por la familia. Todos deseábamos solamente que el vestido de la Virgen Maria no se quedara manchado sino más bien que se limpiara. ¡Y todos nos confesamos!

Ese fue el primer signo de nuestra conversión: desear que la ropa de la Virgen no estuviera manchada. Y así dijimos: —«que Sus vestidos queden tan blancos como un lirio, que la Virgen este contentísima». Y en ese momento, después de la santa Confesión nos preparamos al encuentro con Dios en la Santa Misa y descubrimos la alegría de la oración.

Comenzamos, luego, a descubrir la alegría del sacrificio: el estar de rodillas. Comenzamos a descubrir que no necesitábamos descansar, que más importante era la oración que el descanso, y entonces comenzó nuestro peregrinar hacia la Colina de las Apariciones, hacia el Monte de la Cruz: orando y ayunando muy a menudo. Yo me acuerdo cuando orábamos y ayunábamos y llegó el momento en que dijimos: — «pero Dios mío, ¡no sabemos si podremos soportar todo esto!». En el momento en que dijimos esto, no fue posible detenernos. En ese momento, descubrimos la alegría de la oración, la alegría del ayuno. Comenzamos entonces a descubrir que Dios estaba muy cerca de nosotros a través de los mensajes que la Virgen deba a la parroquia. Y empezamos a sentirnos felices con estos mensajes. La Virgen nos decía que éramos su alegría, que éramos sus «queridos hijos». Nos decía: — «Yo soy su Madre, no olviden que les amo, busquen la gracia yo voy a interceder por ustedes». La Virgen nos llamó y nos permitió que la toquemos cada uno de nosotros y que estemos cerca de Ella. Y nos dijo un día: — «no olviden nunca que Yo soy su Madre». La Virgen, con pequeños mensajes, nos ha llamado a la profundidad de la vida cristiana. ¡Cuántas veces —recuerdo— venían los teólogos y nos decían: — «pero hijos ¿ustedes no tienen otras palabras? Ustedes dicen en pocas palabras, en pocos minutos lo que nosotros decimos teológicamente en una hora!». Nosotros no conocemos la teología y no sabemos lo que explica. Solamente estamos contentos de vivir los mensajes que la Virgen da.

Por eso, día a día, con palabras tan sencillas, hemos comenzado a vivir profundamente lo que quiere decir el encuentro con Dios, lo que quiere decir experimentar a Dios por la oración. Y no solamente cuando oramos o cuando estamos con la Virgen, sino también en algún momento donde no hay aparición, y que Dios pueda estar de cualquier modo en el primer lugar de nuestra vida. Hemos sentido que nuestro corazón no sólo estaba abierto en el momento de la aparición y en el momento de la oración. Sino todos los días. Cada día sentíamos más y más que el Espíritu de Dios estaba obrando en nosotros y a través de nosotros; que el Espíritu Santo tiene una manera especial de obrar en nosotros. En el encuentro, cuando estamos a menudo con las personas, en los grupos, cuando damos testimonio, Dios siempre está obrando, y sentimos que actúa por medio de nosotros y también lo hace por medio de ustedes; si se abren al Espíritu Santo. También la Virgen nos dijo y lo repite a menudo: — «oren, no olviden que Dios los ama». Sí, Él nos ama y vemos Su amor todos los días.

Todos los días en el momento de la aparición, nos damos cuenta que Dios nos ama y Su Madre también, cuando la Virgen viene, cuando el Cielo se abre y nos dice: — «queridos hijos: les amo. Yo soy su Madre e intercedo por ustedes. Busquen, Yo intercedo ante Dios por ustedes». Día a día hemos comprendido que verdaderamente Dios ama a su pueblo. En los primeros días de la Apariciones estábamos perdidos, no sabíamos lo que teníamos que hacer; Cómo orar, qué decir, cómo debíamos testimoniar… Más adelante, comprendimos que la Virgen nos daba este tiempo como un tiempo de gracia. Y ahora lo podemos afirmar. Desde hace veinticinco años estamos con la Virgen, veinticinco años que damos testimonio, que hablamos de Sus mensajes. ¡Y hace veinticinco años que estamos muy felices de estar con Ella! Estamos dispuestos a tomar todas las cruces, todos los sufrimientos y le agradecemos a Dios que la Virgen pueda estar con nosotros hoy y que nos pida y nos diga: — «queridos hijos: no olviden que soy su Madre, yo soy su Madre aún si ustedes han perdido a la madre de la tierra»; y yo diría: —«aún si muchas veces hemos renegado de nuestra madre de la tierra.

Hoy nuevamente debemos aceptar y vivir los mensajes; volver a comenzar una nueva vida, una vida de conversión, una vida con Dios. Por eso nuestra Madre, la Reina de la Paz, todos los días nos dice y no se cansa de decirnos: —«queridos hijos: conviértanse abandonen el pecado y tomen la oración, acepten todo lo que Dios quiere para ustedes». Solamente con la oración y el ayuno, la conversión y la santidad ustedes descubrirán que esta vida es pasajera, que esta vida es corta. La Virgen día a día nos llama y nos dice: — «aquí los llamo, les abro la puerta del Paraíso». En un mensaje dijo: — «deseo que sean felices ya desde esta tierra», que seamos testigos fieles para que luego estemos con Ella en el Cielo. Hemos orado los primeros días de las apariciones para que, a cuántas personas nos encontráramos en el curso de nuestras vidas, la Virgen las llevara al Cielo. Ella que es la Reina del cielo y de la tierra, Ella que es la Madre de Jesús, que estaba en la cruz y que ha escuchado las palabras de Jesús a San Juan, desde la cruz: — «he aquí a tu Madre». Y hoy Ella nos lo repite: — «he aquí hijitos yo soy su Madre y los llamo a una nueva vida». No a una vida vacía, no a una vida tibia. Sino a una vida de amor con Dios y en Dios.

Recuerden que cada día la Virgen nos está llamando, justamente en el momento de las apariciones. Al comienzo a los seis videntes, y ahora a los tres que tenemos las apariciones cotidianas, todos los días, la Virgen nos llama y nos dice: — «queridos hijos no olviden que yo los amo» y Dios por amor a nosotros nos llama siempre y nos dice a través de la Reina de la Paz: — «no olviden yo estoy con ustedes», y cuando están en Medjugorie, en vuestras casas, estoy con ustedes, y nos llama a ser sus manos extendidas; que seamos nosotros esta paz extendida, allí donde no hay paz, que seamos el amor, allí donde no hay amor, allí donde existe el odio. La Virgen nos llama poco a poco y nos motiva, para que cada uno de nosotros volvamos a nuestras casas no pensando más en cosas materiales, sino pensemos más en lo espiritual. No invita que pensemos más en Dios y que pensemos más en el Cielo. Si pensáramos mucho más en el Cielo nuestra vida sería diferente y estaríamos, por medio de la oración más llenos del Espíritu Santo.

Por la oración y el ayuno nos abrimos a Dios y Él obra, como lo hace aquí; a través de también de ustedes, queridos jóvenes amigos. Donde Dios los lleve allí actuará a través de ustedes. Yo los llamo, desde lo más profundo de mi corazón, a que aprovechen este tiempo, y a que le den más tiempo a la oración, porque a través de la oración, Dios se abre a ustedes y ustedes se abren a Dios. Como la Virgen lo ha dicho en un mensaje: — «oren por mis intenciones porque cuando oran, puedo interceder por ustedes; porque así su corazón esta abierto». Deseo saludarlos a todos, llamarlos de una manera especial, a cada uno de ustedes, para que, a partir de hoy, y a través de los mensajes que la Virgen nos da, acepten lo que Ella nos ofrece desde aquí. No solamente a nosotros, los videntes, sino al mundo entero. Ella desea abrazarnos a todos con el fuego de Su amor. No solamente nuestros corazones, sino los del mundo entero. Como dice la Virgen: —« hasta que reine el amor, entre Dios y los hombres. ¡Que Dios los bendiga a todos y que los guarde! Yo oraré, de una manera especial esta noche, cuando sea el momento de la aparición por ustedes. ¡Que Dios los bendiga y que la Reina de la Paz los guarde!

[1] Mientras se desarrollaba el Festival, se agudizaba la crisis bélica entre Israel y Líbano.
[2] Al tercer día de las apariciones (26 junio del 1981) los videntes esperaron a la Virgen rezando siete Padre nuestros, Ave y Gloria en honor de los siete gozos y dolores de la Virgen. Más adelante en una aparición, la Virgen les recomendó que no dejaran de frecuentar esta oración pero que mejor cambiaran el sentido: cinco en honor de las Llagas de Su Hijo, uno por las intenciones del Papa y el séptimo para pedir el Espíritu Santo. Desde aquel día no se ha dejado de rezar dicha coronilla en el Santuario de Medjugorie.

Extraído de la Web del P. Francisco Verar

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